María Reina de las Misiones

jueves, 28 de junio de 2007



María, Reina de las Misiones

Canción que quedó en 2º lugar en el concurso para el Himno


Fuiste misionera cuando el ángel te anunció

la misión de ser la madre de Jesús, el Salvador.

Le llevaste la noticia a tu prima, la Isabel,

y al Dios niño les mostraste a los pastores en Belén.


MARÍA, REINA DE LAS MISIONES

SE TÚ LA ESTRELLA QUE GUÍE LA EVANGELIZACIÓN.

MARÍA, REINA DE LAS MISIONES

HAZNOS A NOSOTROS TAMBIÉN MISIONEROS COMO TÚ.


Fuiste misionera cuando aquel Pentecostés

al Espíritu Divino recibiste Tú también.
Estuviste con la Iglesia que nacía a la misión

y anunciaste con los Doce el kerygma salvador.


Fuiste misionera desde entonces y hasta hoy,

cuando siguiendo los pasos del evangelizador,
por los cinco continentes ibas junto al Hijo de Dios,
conquistando con tu amor de Madre cada corazón.



Misionera hoy eres del mundo en cada rincón,

conduciendo a los hombres hacia tu Hijo,
el Redentor,
suscitando vocaciones al servicio de la misión,
como Madre y Maestra de la evangelización.


Reina de las misiones, Estrella de la evangelización,

ruega por nosotros, Señora, y llévanos a Dios.

Reina de los Apóstoles, Modelo y Maestra de la misión,

danos un corazón misionero que arda de amor.


Condiciones de una Espiritualidad Misionera

miércoles, 27 de junio de 2007

Alguien definió al misionero como "aquel que actúa como si viera al invisible". Aquel que es capaz de seguir adelante, más allá de cualquier dificultad, cualquier frustración, cualquier decepción, porque tiene la fuerza del que actúa como si viera a Dios a causa de su experiencia cristiana. Esta es la fuente de la esperanza misionera. Por eso cuando hablamos del espíritu de la misión, no podemos evitar el problema de la experiencia de fe del misionero. Pues solamente la fe y la contemplación nos ponen cara a cara con el Dios invisible.

A) PRIMERAMENTE EL MISIONERO DEBE SER UN CONTEMPLATIVO

Capaz de trasmitir no sólo ideas, discursos y análisis, sino sobre todo su experiencia personal de Jesucristo y de los valores de su reino. En el corazón de las masas alejadas, frecuentemente el testimonio contemplativo de un cristiano es la única cisura por la que se va comunicando la luz del evangelio. Más nos adentramos en la periferia del cristianismo, en "tierra extraña", más debemos mantenemos unidos a las fuentes contemplativas de la Iglesia. Muchos misioneros generosos naufragaron o perdieron su identidad cristiana por olvidar esto.

El misionero es el que se entrega a la edificación de un reino que va mucho más allá de lo que él es o lo que él hace. Ser consecuente con esta experiencia de la fe, es hacer de la contemplación un estilo en la acción. El estilo de acción contemplativo está marcado por la esperanza. Está marcado por la serenidad, ante la colosal tarea misionera que nos sobrepasa. Pues en la perspectiva de la fe, la misión es hacer lo que Dios quiere, y al ritmo que Dios quiere, y no todo lo que nosotros pensamos que habría que hacer. La primera actitud es fuente de esperanza, la segunda, de desaliento y frustración.

La misión es una llamada, una "vocación", por la cual Dios los envÍa "a los otros" (Gál 1,15). La llamada misionera es una proyección hacia los demás, un dinamismo para ir siempre "más allá de la frontera". Este dinamismo se agota si no se nutre continuamente de la experiencia contemplativa. El envio misionero no es una condición jurídica, sino el resultado dinámico de un encuentro con el Cristo viviente.

Hay un ideal bíblico del misionero contemplativo. Su modelo son los profetas. Desde Moisés hasta el mismo Jesucristo, pasando por Elías, Juan Bautista y los profetas del exilio, el profeta bíblico es un enviado de Dios para convocar al pueblo al seguimiento del Dios uno, único e "in manipulable", y para denunciar las idolatíías siempre nuevas. Al mismo tiempo el profeta es un discípulo a quien Dios ha purificado el corazón y se le ha revelado en una experiencia religiosa a veces dramática.

En la simbología bíblica, el profeta es alternadamente enviado a la "ciudad" como evangelizador, y es conducido al "desierto" para ahondar su experiencia de Dios. Moisés, Elías y otros profetas, el Bautista y el mismo Jesús preparan su misión en el desierto y regresan a él en ciertos momentos. El desierto, más que un lugar, es un símbolo bíblico. Por un lado, el desierto es el lugar de la soledad y de la pobreza, donde el corazón se purifica, se desenmascaran los ídolos y se realiza el encuentro denso y exclusivo con Dios. Es el lugar de la contemplación cristiana. Por otro lado, el desierto es símbolo de la esterilidad y dureza del corazón humano, a donde el profeta es enviado. El Bautista "predica en el desierto"; evangeliza en una sociedad pecadora.

Los profetas bíblicos son modelos del misionero cristiano. Lo que en su vida aparece como una alternancia (misión en la "ciudad" y experiencia de Dios en el "desierto") es un símbolo de lo que en la vida cristiana debe ser realizado simultáneamente como dos dimensiones inseparables.

Cada misionero está llamado a hacer esa síntesis. A unir el coraje de compromiso de un profeta y la experiencia de Dios de un contemplativo.


B) LA MISIÓN EXIGE LA POBREZA COMO CONDICIÓN Y ESTILO DE VIDA

No cualquier forma de pobreza, sabemos que la pobreza evangélica puede expresarse de muchas formas, sino la "pobreza misionera". La pobreza misionera va más allá de las exigencias habituales de la pobreza en la evangelización, caracterizadas por la inserción entre los pobres, el estilo austero de vida y la opción solidaria por la causa de los oprimidos. Pero hay además un empobrecimiento misionero inherente a su éxodo "en tierra extraña". Este empobrecimiento como actitud y como estilo de vida está exigido por el éxodo eclesial y el éxodo cultural.

El éxodo eclesial: La misión es abandonar la propia Iglesia (con su ambiente cristiano), para ir a reforzar otra Iglesia hermana debilitada, o para ir a implantarla, como signo del reino, ahí donde todavía no existe. En todo caso no hay éxodo misionero sin abandonar las formas de una Iglesia éestablecidaé o de evangelización convencional, para ponerse al servicio de otro modelo de Iglesia, cuyos términos y estilo de acción son dados por otros. Al ponerse al servido de otra Iglesia, el misionero debe morir, debe empobrecerse en todo aquello que le impide ver, sentir y actuar al servicio de otra realidad cristiana.

El éxodo cultural: La misión es abando­nar la propia cultura, con la simbología e interpretación cristiana que ella conlleva, para insertarse en otra cultura. No sólo para adaptarse a ella (dentro de lo posible), sino para aportar en su evangelización mediante la reinterpretación cristiana de esa cultura (sin la simbiosis mutuamente enriquecedora entre fe y cultura, el evangelio no acaba de arraigarse en un medio humano). De ahí la exigencia de un "empobrecimiento cultural" para el misionero, no en el sentido que haya de despojarse de los valores de su cultura de origen, sino en el sentido de liberarse de los condicionamientos de su cultura que le impiden percibir la presencia del Espíritu y los caminos propios del evangelio en la cultura "extraña" a la cual fue a servir.

La pobreza misionera, como toda otra forma de pobreza evangélica, es un riesgo en la esperanza. Es un salto al vacío apoyado en la fe de la Iglesia. El éxodo misionero da miedo. Como dio miedo a los misioneros profetas del Dios de Israel, arrojados por su Señor en tierras de exilio para mantener ahí viva la fe en la promesa. La pobreza en la misión es aceptar las crisis de inseguridad y del "nacer de nuevo" de tantas maneras, sin perder la identidad cristiana. El empobrecimiento misionero requiere mucha madurez. No está hecho para cristianos adolescentes, o en busca de evasiones o de compensaciones publicitarias.


C) LA MISIÓN REQUIERE CONFIANZA EN SÍ MISMA

Dicho de otra manera: el misionero debe creer y tener confianza en el Espíritu que anima la Iglesia, y en la eficacia, a menudo oscuro y misterioso, de la evangelización y de los medios propios de la acción misionera. "Yo los escogí para que vayan y tengan fruto y su fruto permanezca" (Jn 15,16).

La tragedia de muchos es que no creen en la eficacia propia e irreductible de la evangelización, especialmente de cara a "los otros". Esta desconfianza sustituye el dinamismo misionero por el trabajo sólo con los practicantes, más fácil y consolador. O por los proyectos materiales. O por la eficacia, aparentemente más visible e inmediata, de las racionalidades humanas o de la política. La situación actual de desánimo misionero se debe en buena parte a estas tentaciones. Cuando la misión se separa de la perspectiva de Jesús, de su redención y de su reino, se puede equiparar con cualquier ideal o empresa humana válida, incluyendo sus fines y modos de eficacia. Pero la misión, que incluye necesariamente los criterios de la eficacia humana, los trasciende siempre, debido a su objetivo radical: la conversión a Jesús y al amor fraterno, la superación del pecado y la experiencia de Dios Padre. Estos objetivos y liberaciones radicales implican la acción del don y de la gracia de Dios sobre su pueblo, y la inserción en la oración y en el sacrificio de Jesús ("Esta clase de demonios sólo se expulsan por la oración y el sacrificio" Mc 9,29).

Hombre de fe en el dinamismo de su misión y en la fuerza de su mensaje, el misionero cree en la eficacia misteriosamente liberadora de la cruz de cada día, y en la eficacia de su presencia y entrega personal en medio del pueblo o en medio de la incredulidad. Cree en el valor de la santidad y de la entrega por si mismos. Cree en la fuerza cualitativa de la misión y de la presencia cristiana: aunque sean minorías Los que traspasan la frontera de sus Iglesias para ir a "los otros", al corazón de las masas, su significado eclesial es incalculable; es el "pequeño resto" que, representa a toda la Iglesia y que actúa en su nombre, significando la venida del reino de Dios entre "los otros".

Esta confianza en la misión y en la venida del reino, "contra toda esperanza", genera la paciencia histórica y la mansedumbre cristiana en las contradicciones y fracasos de la misión. La raíz última de esta actitud, que nos identifica con Cristo misionero manso y humilde de corazón, es la pobreza de espíritu según las bienaventuranzas. La pobreza radical de espíritu no sólo coloca consciente y activamente nuestra misión entre las manos de Dios, sino que también nos lleva a seguir las actitudes de Cristo en la misión, que porque era pobre y dependiente ante el Padre, y pobre entre sus hermanos los hombres, "no rompía la caña trizada ni la mecha humeante", ni "gritaba y discutía en las plazas" (Mt 11,29; 12, 18ss).

La confianza en la obra del Espíritu de Cristo en la misión se traduce por el respeto a cada persona, por la no imposición, por el reconocimiento de la verdad y del bien en donde se encuentren, por la humildad y el desasimiento personal. Este estilo evangélico en la misión forma parte del testimonio cristiano que la hace creíble y aceptable, aunque a través de la paciencia y de la cruz.


D)LA ESPIRITUALIDAD MISIONERA EXIGE EL ESPÍRITU DE LO ITINERANTE Y DE LO PROVISIORIO

De esto ya hemos hablado más atrás: por su misma naturaleza La misión es éxodo, es dinámica, móvil. Cuando ha asegurado su objetivo esencial, no se atrinchera en una comunidad establecida o en el trabajo con los ya convertidos sino que inicia un nuevo éxodo; va siempre "más allá", buscando lo que todavía es más alejado, más pobre y más necesitado del evangelio.

Esto quiere decir, (respetando siempre las situaciones pastorales y las vocaciones personales), que el misionero debe mantener una actitud espiritual coherente con ésta exigencia. La actitud de promover los ministerios y los liderazgos locales, para hacerse sustituir lo antes posible. Por lo tanto la actitud de no "hacer carrera", actitud necesaria para la libertad profunda de todo evangelizador (la "carrera eclesiástica", la cuestión de los "puestos" y promociones es la servidumbre más sutil del ministerio apostólico) es esencial al misionero para mantener su actitud provisoria y para responder a la llamada de "ir más allá" cuando ésta se haga sentir.

El misionero está en tensión entre su arraigo y compromiso con una comunidad local, y su disponibilidad para itinerar y desarraigarse llegado el momento. La síntesis de ambas actitudes, realizadas en toda su seriedad, y sin sacrificar la una por la otra, requiere una mística particular, que es el don de la vocación misionera. Esta espiritualidad de la itinerancia, como cualquier otra mística cristiana, tiene también por modelo y única referencia el seguimiento de Jesús, en su condición de evangelizador itinerante, y de apóstol incansable entre los judíos de su tiempo.

Esta actitud de éxodo y de itinerancia, para que sea "católica" y para que sea enriquecedora del propio misionero y de la comunidad que él ha ido a ayudar, requiere tener raíces en la experiencia cristiana del misionero, y requiere que éste lleve consigo las riquezas de su Iglesia de origen. La inserción en otra Iglesia y cultura no debe ser al precio de vaciar al misionero del mensaje y del aporte particular que su propia Iglesia está ofreciendo a la catolicidad, en este momento de la historia. El éxodo misionero desde América Latina por ejemplo debe ser católico, y debe ser Latinoamericano. Debe arrastrar consigo no sus problemas y sus respuestas, sino los valores permanentes, tanto espirituales como apostólicos, que las Iglesias Latinoamericanas han tenido la gracia de profundizar: "el sentido del pobre, las comunidades cristianas, la liberación, la evangelización a partir de la religión popular, etc.", sobre esto ya se ha esc rito suficientemente.

S. Galilea, "El camino de la espiritualidad", Ed. San Pablo, Santa Fe de Bogotá 1994
Fuente: OMP - Argentina

Los laicos misioneros

Hablar de la misión de los laicos en la iglesia, después del Concilio Vaticano II, nos pone de frente a la pregunta: ¿Qué modelo de Iglesia estamos construyendo en nuestras comunidades? Y de la respuesta a esta pregunta, depende fundamentalmente la eficacia del Anuncio Evangelizador: Ser mediadores creíbles, de la Salvación para nuestros contemporáneos.

Es importante darse cuenta que el modo en que comprendamos al laico y su participación en la Iglesia, está indicándonos de alguna manera, la concepción de iglesia que tenemos. El Concilio Vaticano II, en la Constitución dogmática Lumen Gentium, nos propone unos modelos eclesiológicos, en los conceptos de Pueblo de Dios, y el de Cuerpo místico de Cristo, donde en una vuelta a los orígenes de la reflexión sobre nuestra comunidad eclesial, el acento está puesto en lo ministerial y no en lo jerárquico-institucional. Y esto parece fundamental, a la hora de hablar de los laicos, su lugar en la iglesia y su vocación misionera.
Dicen los teólogos que, cuando hablamos de laico, inmediatamente se nos presenta como contra cara, en la mente, la idea de clero, e históricamente esto ha sido así. El concepto laico, viene de la palabra griega laos, que significa pueblo, el que no tiene cargo jerárquico-institucional, y es esta idea la que se impuso en la Iglesia; los laicos son los "no clérigos". Este concepto ha tenido una fuerte carga negativa, para los laicos y su desarrollo y participación en la Iglesia; pues si la vida clerical y la vida consagrada eran entendidas como las formas de vida de mayor perfección para alcanzar la santidad, a los laicos se los percibía como ciudadanos de segunda categoría.
La dignidad y pertenencia a la Iglesia pasaba, no por el bautismo, sino por el lugar jerárquico que sus miembros ocupaban, y así la organización piramidal iba desde el Papa, pasando por los cardenales, obispos, sacerdotes, seminaristas, religiosas y laicos. A esto se debe que, cuando en diferentes ocasiones se hace una lectura de la historia de la Iglesia, a partir de figuras emblemáticas que marcaron un período en la misma, estas figuras sean siempre clérigos (presbíteros u obispos) religiosos o religiosas. Con el surgimiento de las misiones, cuando Europa sale, por propias necesidades, a otros continentes, con ellos irán los misioneros, que en todos los casos serán congregaciones religiosas.
Esto está marcando una clara concepción de, cual es el modelo institucional que lleva a cabo la Iglesia y por tanto, quiénes tienen la capacidad para, en tierras de misión, presidir el anuncio. Una relectura de la participación del laico en la Iglesia, va a permitirle un mayor protagonismo. Y esto se debe, a las bases asentadas por el concilio Vaticano II que propuso una vuelta a los orígenes, (a cómo las primeras comunidades entendían la participación en la iglesia) por lo cual, los Padres del Concilio propusieron una lectura, desde otro lugar, para la comprensión de la vocación laical.
Esta lectura teológica, ayudó a reubicar a los actores dentro del escenario eclesial, a partir del sacramento del bautismo, lo que permitió, no ya ubicarlos por cargos jerárquico-institucionales, o funciones a cumplir dentro de la Institución, sino a partir de la dignidad de ser hijos de Dios, miembros de una misma comunidad eclesial, por el bautismo. Y esto cambia radicalmente el modo de comprender el lugar del laico y su misión en la Iglesia.
Hoy en día es común hablar de grupos misioneros de laicos, que están llevando a cabo un proyecto evangelizador en algún lugar de nuestro país, o familias misionera que, han ido de misión ad gentes a otros continentes, sobre todo, trabajando (gracias a Dios) en regiones alejadas y muy pobres, o laicos que coordinan toda la organización de un colegio católico, y esto pareciera que siempre ha sido así, pero no siempre lo fue. Comprender las distintas vocaciones que interactúan dentro de la iglesia, desde una lectura teológica, revalorizándolas a partir del sacramento del bautismo, parece fundamental para una adecuada comprensión del lugar del laico en la iglesia, desde una fundamentación de sentido y no a partir de posibles obras a llevar acabo.
Como todas las instituciones en este momento, también la iglesia está llamada a un fuerte replanteo, en el modo de comprenderse y de organizar sus estructuras y formas de gobierno, y solo con serenidad, pero sin intereses mezquinos, ni ajenos a los del evangelio, será capaz de una respuesta adecuada, de hacer creíble que, toda ella existe para Evangelizar , como nos lo recordara Pablo VI, en la Encíclica, Evangelii Nuntiandi y que es, o tiene que ser, mediadora de Salvación y no un fin en sí misma. Una verdadera participación de los laicos en las estructuras de la Iglesia, supone que puedan asumir con responsabilidad lugares de discernimiento y toma de decisión en los frentes de evangelización. Pero para esto necesitamos poner en acto con seriedad y firmeza, unas nuevas formas de eclesialidad, que en definitiva no serían tan nuevas, pues fueron soñadas por el Señor Jesús, en la novedad del anuncio del Reino que fue un cuestionamiento a la institución religiosa de su tiempo: Una Iglesia toda Ministerio , en una misma condición de bautizados. Todos puestos al servicio de la evangelización y no a la ostentación de cargos jerárquicos. Una Iglesia, cada vez más colegial y democrática , donde las decisiones y cargos se tomen entre todos los miembros de la comunidad eclesial. Una comunidad eclesial, que se comprometa con la historia y sus actores , pues la salvación se realiza en la única historia que conocemos y en la que estamos implicados, como historia de salvación. Una Iglesia profética, comprometida con la Justicia y la Paz, pues el sueño de Dios de ser una sola familia, dista mucho de serlo todavía y esto se debe principalmente a la gran injusticia que a nivel planetario asistimos. Una Iglesia comprometida evangélicamente con los pobres , con las víctimas del sistema neoliberal, en similitud con su Maestro, que se comprometió con los excluidos de su tiempo. Una comunidad eclesial que apuesta por una sólida y crítica formación multidisciplinar , que abarque lo antropológico-cultural, bíblico-teológico y pastoral, de modo de hacer real, una participación adulta desde la fe de todos sus miembros en la Iglesia. En definitiva, la misión del laico , en la Iglesia y en el mundo, no es distinta de la de cualquiera de sus otros miembros, pero hoy comporta una dimensión profética al interno de la comunidad eclesial y eso supone de parte de todos, madurez responsabilidad y un fuerte compromiso de adhesión a unas prácticas evangélicas al estilo de Jesús.


Por Prof. Marcelo Márquez
Fuente: OMP - Argentina

Intensión Misional JUNIO 2007


"Para que la Iglesia, mediante su presencia y su amor, testimonie en el Africa del Norte el amor de Dios hacia todas las personas y todos los pueblos."
Intenciones Misionales 2007

Cronograma Anual de Actividades - Año 2007

FECHA y ACTIVIDADES

24 de Febrero
Reencuentro de los Grupos Misioneros: (primer encuentro anual de los Grupos Misioneros para evaluar el año anterior y planificar el año que comienza)

28 de Febrero
Todos los 2º y 4º miércoles del año
Inicio de las Reuniones de Pastoral de Grupos Misioneros: todos los 2º y 4º miércoles del año desde el Reencuentro y hasta la Misa de Envío Misionero Arquidiocesano, a las 21 en la Curia.

5 de Mayo
Jornada Arquidiocesana de Formación Pastoral

12 de Mayo hasta Octubre
Inicio de la EFAM (Escuela de Formación para Animadores de Grupos Misioneros): clases semanales de 3 horas de duración, los sábados por la mañana de 09:30 a 12:30. Lugar: Parroquia N.S. del Valle (León XIII)

Sábado 26 de Mayo
María Reina de las Misiones: Novena del 17 al 25 de Mayo. Procesión en el Hogar de Ancianas “Cristo Rey”.

22 al 24 de Junio
"Vivir con El" - Retiro de Iniciación Misionera: Retiro Espiritual destinado a los que se han incorporado a los Grupos Misioneros durante el último año, a los animadores de la IAM, y para todos aquellos que tienen inquietud misionera y desean conocer más acerca de esta vocación.

17 al 19 de Agosto
III Congreso Misionero Nacional. San Nicolás de los Arroyos, Buenos Aires

13 de Setiembre
VIII Exposición Misionera Arquidiocesana: Exposición Misionera que se realiza anualmente desde el año 2000 en la Plaza 9 de Julio. Evangelización Conjunta: en el centro de la ciudad.

Todo el mes de Octubre
Octubre Misionero: Durante todo el mes de Octubre, todos los grupos y comunidades con carisma misionero, animamos misioneramente nuestras Comunidades.

Sábado 29 de Setiembre
Santa Teresita del Niño Jesús, Patrona Universal de las Misiones: Novena del 20al 28de Setiembre. Procesión. Lugar a definir

11 de Octubre
Jornada Mundial de las Misiones: Se realiza la colecta DoMunD en todas las Parroquias.

2 al 4 de Noviembre
“Vivir como El” – Retiro de Profundización Misionera

17 de Noviembre
Asamblea Arquidiocesana

1 de Diciembre
San Francisco Javier, Patrono Universal de las Misiones: Novena del 22 al 30 de Noviembre. Procesión en la Vicaría San Francisco Javier. Misa de Clausura, Acción de Gracias, y Envío Misionero Arquidiocesano

Carta para Ti

LA CRUZ DE MATARÁ

martes, 26 de junio de 2007

La Cruz de Matará

Esta cruz, la más antigua de América, encontrada en Matará, Santiago del Estero, Argentina, es fiel testigo de la acción evangelizadora de los primeros misioneros en tierras americanas: los rasgos culturales, religiosos y artísticos hispánicos pasan a ser elementos del indio, que los asimiló y fusionó en su propia cultura, ejecutando esta preciosa obra.

Bajo la dirección de los padres jesuitas, la mano de obra fue indígena y muy hábil, logrando todo un estilo al emplear ciertos recursos para las figuras: el ensanchamiento del torso, movimiento del ave, etc. La talla se hizo en madera fibrosa de la flora regional, el mistol. Sus dos partes están unidas por dos clavos de madera y el ensamble es perfecto. Es extraordinario el trabajo minucioso, el equilibrio entre cada una de las figuras y la integración armoniosa de todos los elementos: la cabellera de Cristo, el menudo inciso de las faldas, del cometa, la pose de la figura femenina, la actitud hierática del cacique, la ornamentación de los bordes. La disposición forma una unidad perfecta y este aspecto es muy importante, ya que indica la intención del artista.

La Cruz de Matará tuvo una finalidad catequética. En ella se encuentran compendiados los motivos centrales de nuestra fe:

• Obra creador de Dios: sol y luna.
• Cristo verdadero Dios y verdadero hombre: figura de Cristo Crucificado, alfa y omega, principio y fin.
• Virgen María Corredentora: figura femenina.
• Misterios de la Vida de Cristo: Encarnación y Nacimiento: cometa o estrella de Belén; Pasión Redentora: gallo, negación de Pedro; indio: oración; llamas de fuego: purgatorio.
• Instrumentos de la Pasión: azotes, corona de espinas, martillo, clavos, escaleras, lanza, dados.
• Eucaristía: espigas y cáliz.

En la parte superior del madero vertical puede apreciarse el año de talla: 1594 y el nombre del lugar, con algo de dificultad: Matará, además una cruz griega.

Matará es el topónimo de la tribu de los indígenas mataraes de la zona, quienes se relacionaron de manera especial con dos misioneros ejemplares: uno el Padre Alonso Barzana o Barcena, jesuita, conocido como el apóstol del Perú, que pasó por Matará misionando toda esa zona; el otro: San Francisco Solano, quien recorrió Santiago del Estero entre 1592 y 1593.

Puede hacerse un estudio mucho más exhaustivo de cada una de las figuras y motivos tallados en la Cruz, ya que su contenido doctrinal y valor artistico son riquísimos, pero bástenos esta breve reseña.
Fuente: http://www.ordinariato.mil.ar

Comunidad Misionera SIN FRONTERAS, Año 2007



Aquí nos ven, Abajo de izq. a derecha: Karolina López, Viviana Hoyos de Picón, Moni Aguilar, Guadalupe Tejerina. Arriba, izq. a derecha: Ariel, Quique Picón

Aquí estamos... nuestra Parroquia

Ubicada en Barrio Ciudad del Milagro, Batalla de Salta s/n
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